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Ella no hace llorar a los animales, solo recolecta sus lágrimas

Una foto sin fecha proporcionada por Arianne P. Oriá muestra la colección de lágrimas de una lechuza común, parte de un estudio sobre las numerosas formas en que los animales mantienen los ojos húmedos y saludables (Arianne P. Oria vía The New York Times)
Una foto sin fecha proporcionada por Arianne P. Oriá muestra la colección de lágrimas de una lechuza común, parte de un estudio sobre las numerosas formas en que los animales mantienen los ojos húmedos y saludables (Arianne P. Oria vía The New York Times)

Arianne Pontes Oriá se mantiene firme: no hace llorar a los animales para ganarse la vida.

Técnicamente, solo los humanos pueden llorar, o llorar en respuesta a un estado emocional, dijo Oriá, una veterinaria de la Universidad Federal de Bahía en Brasil. Para los humanos, el llanto es una forma de manifestar físicamente los sentimientos, que son difíciles de estudiar y confirmar en otras criaturas.

Pero Oriá sí recolecta lágrimas de animales, el líquido que mantiene los ojos limpios y lubricados. En los vertebrados, o animales con columna vertebral, las lágrimas son vitales para la visión, comentó Oriá. Y sin embargo, este fascinante líquido ha recibido poca o ninguna atención, excepto en unos pocos mamíferos selectos.

“Mucha visión, no somos conscientes de ello hasta que es un problema”, afirmó Sebastián Echeverri, un biólogo que estudia la vista de los animales pero que no forma parte del equipo de Oriá. “Nos damos cuenta cuando faltan las lágrimas”, recalcó.

Es una pena, dijo Oriá. Porque ya sea de perros, loros o tortugas, lo que se filtra por los ojos de los animales es simplemente “fascinante”, afirmó.

Como ella y sus colegas han informado en una serie de artículos recientes, incluyendo uno publicado el 13 de agosto en la revista Frontiers in Veterinary Science, las lágrimas pueden ser grandes ecualizadores: a lo largo de varias ramas del árbol de la vida, los vertebrados parecen envolver sus ojos con fluido de la misma manera. Sin embargo, la evolución, a fin de ayudarlos a enfrentar los desafíos de varios ambientes, ha jugueteado con las lágrimas de las criaturas del mundo en formas que los científicos apenas están comenzando a explorar. Investigaciones como la de Oriá podrían ofrecer un vistazo a la miríada de caminos que los ojos han tomado para maximizar su salud y el bienestar de los organismos que los usan.

Dada la frecuencia con la cual los problemas oculares pueden afectar a los humanos y a otros animales, hay “mucho que aprender de estas adaptaciones”, afirmó Sara Thomasy, oftalmóloga veterinaria de la Universidad de California, en Davis, que no participó en los estudios de Oriá.

Oriá comenzó su investigación con el estudio de las lágrimas de los caimanes, que tienen “una superficie ocular muy particular”, explicó. Mientras que los humanos parpadean unas 15 veces por minuto, ayudando a esparcir las lágrimas recién exprimidas sobre la córnea, los caimanes pueden pasar alrededor de dos horas sin mover los párpados (tres en su caso). No obstante, no se les secan los ojos.

“Empezamos a pensar: ‘¿Qué tipo de moléculas dan estabilidad a estas películas lacrimógenas?’. Es increíble”, comentó Oriá. La respuesta, añadió, podría ayudar al desarrollo de tratamientos para la resequedad de los ojos y otros problemas oftalmológicos en las personas.

En los años siguientes, la lista de donantes de lágrimas de su equipo se ha extendido para incluir otros reptiles como tortugas y galápagos, así como halcones, loros, búhos y otras aves (Oriá y sus colegas también han añadido mamíferos como humanos, perros y caballos para poder comparar).

En los animales, el proceso de recolección es, en general, el mismo: durante un examen veterinario de rutina, un investigador humano sujetará suavemente a la criatura, esperará a que se relaje y luego le frotará cuidadosamente el ojo con una tira de papel absorbente.

Esto no siempre es fácil. Los investigadores deben ser sumamente cuidadosos con los animales, quienes no siempre derraman tantas lágrimas como ellos quisieran. Algunas especies se muestran incluso más renuentes a los exámenes oculares que las personas. Parece ser que las guacamayas “odian que se les sujete después de comer”, comentó Oriá.

No obstante, todo el proceso se reduce a lo que es mejor para los pacientes. ”Agradecemos cualquier lágrima que estén dispuestos a ofrecer, respetamos eso, incluso si solo es una pequeña cantidad”, dijo Oriá.

La recolección no es el único problema. Uno de los proyectos recientes de su grupo consistió en enviar las lágrimas de más de 100 caimanes de Brasil al laboratorio de un colaborador de la Universidad de California, en Davis. Perplejos por su contenido, los agentes aduanales retrasaron el paquete en tránsito. A temperatura ambiente las muestras se degradaron, y Oriá y su equipo tuvieron que empezar de nuevo el proceso de recolección. Las cosas funcionaron mejor la segunda vez, confesó.

Aún no está totalmente claro qué es lo que hace que las lágrimas de caimán sean tan duraderas. Pero el equipo de Oriá recabó algunas pistas de los patrones de cristal que los líquidos dejan tras secarse, cada uno tan único como un copo de nieve. Al observar estos patrones bajo el microscopio, queda claro que pueden diferir enormemente entre las especies.

”Es una de las cosas más hermosas que hayas visto”, mencionó Oriá.

También comentó que las lágrimas secas de caimán forman entramados más gruesos que las de otros animales, lo cual pudiera hacerlas más estables.

Sin embargo, la receta química de las lágrimas, que incluye una mezcla de agua, grasas, proteínas y minerales cargados como el sodio, parece ser bastante similar en varias especies. Según los investigadores, las pocas variaciones que existen parecen estar relacionadas con el hábitat; los animales que pasaron la mayor parte del tiempo en tierra firme, por ejemplo, tenían más proteínas en sus lágrimas que los animales marinos, pero también tenían menos urea, un producto de desecho molecular que también se encuentra en la orina.

El equipo de Oriá ya ha encontrado antes similitudes químicas entre las lágrimas de perros, caballos y humanos, las cuales parecen fluir libremente. A decir de Oriá, tal vez sea algo común en los mamíferos. Pero tal vez la domesticación, que provocó un gran cambio en el entorno de estos animales antes silvestres, también domesticó sus lágrimas.

El hecho de que el entorno de un animal influya fuertemente en la composición de las lágrimas, que están constantemente expuestas al mundo exterior, “tiene mucho sentido”, dijo Echeverri. ”La mayoría de nuestros otros líquidos son desechos de los que nos deshacemos o que están en nuestro interior. Las lágrimas tienen que lidiar con el medioambiente en todo momento” (pero las lágrimas no son universales, señaló Echeverri. Los invertebrados, que tienen planos corporales muy diferentes, han tenido que inventar métodos sin lágrimas para mantener limpios los ojos. Por ejemplo, algunas arañas usan pelos como cerdas en sus patas para cepillar el polvo y los residuos).

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company

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